Los primeros cien días de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa han transcurrido sin pena ni gloria: no ha dado golpes espectaculares como Salinas, no ha enfrentado una crisis mayor como Zedillo, no ha levantado grandes expectativas ni ha cometido errores trascendentales como Fox. Las líneas que siguen, es un resumen de La Carpeta Guerrerense, núm. 246, del 1 al 15 de abril, 2007.
Ni a la deriva ni con velas desplegadas: el trajinar de los cien días no ofrece los suficientes argumentos para sustentar con seguridad lo uno o lo otro. El propio corte de caja, más caprichoso y simbólico que útil o funcional, no permite juicios concluyentes. Simplemente todavía no se generan los datos duros o las cifras certeras. Es probable, incluso, que en poco más de tres meses no sea posible siquiera rectificar políticas o redefinir objetivos. No obstante, el propio Felipe Calderón, como candidato y como presidente electo, se echó la soga al cuello al comprometerse a entregar resultados a través de “cien acciones para los primeros cien días”.
Agotado el plazo, no queda más que hacer el balance de las promesas y los hechos. El palomeo sirve para encontrar que una buena cantidad de ofrecimientos se han cumplido a medias o al vapor. Por no hablar de la decena de planes que ni siquiera se intentaron cumplir porque dependían del acuerdo y la coordinación con partidos, legisladores o gobiernos estatales.
Los resultados de las “cien acciones para los primeros cien días” son bastante grises. Por un lado, muchos de los compromisos son simples extensiones de programas ya existentes; es decir, no hay cambios en los rubros estratégicos. Por otro, queda claro que Calderón se ha rascado con sus propias uñas en estos cien días: lo mismo se puede decir de la decisión de priorizar el combate a la delincuencia, que de la reconcesión de las carreteras o de la “unificación” del mando policiaco. Es decir, el presidente se ha concentrado en hacer lo que puede y, para bien y para mal, no ha esperado la cooperación o el respaldo del Congreso.
Los pasos de calderón resultan predecibles a la luz del clima político y social en el que tomó las riendas del país: inició su periplo sexenal en condiciones sumamente adversas: bajo las coordenadas de un “gobierno dividido”, sin mayorías en el Legislativo y ni siquiera con el respaldo sólido y firme de su partido; sin interlocución con la oposición y con los ánimos políticos caldeados; con una institución presidencial deshilachada por Vicente Fox y desvirtuada por la pareja presidencial; con facturas y favores por pagar; con la necesidad de ganar la legitimidad que las urnas le negaron y ganar el gobierno desde el gobierno. Dicho de manera distinta: Felipe Calderón tomó las riendas del cargo con todo por demostrar pero con muy escaso apoyo externo. Llegó con todas las facultades del poder Ejecutivo, pero nada más.
Bajo las coordenadas delineadas puede decirse que en estos cien días Calderón ha obtenido algunos logros más o menos importantes:
PRIMERO: ha ganado ciertos márgenes de legitimidad que las urnas le negaron, amén de que se ha apaciguado el conflicto político y la polarización social que dejó la disputa electoral.
SEGUNDO: Calderón ha mostrado dosis de firmeza, ha recuperado algo de la iniciativa y el mando que acompaña al jefe de Estado y de gobierno y ha remendado la investidura presidencial. Las primeras señales de su gobierno fueron de arrojo y valentía.
TERCERO: Calderón ha puesto su empeño en enviar señales creíbles y verificables de su compromiso con el restablecimiento de la seguridad, la legalidad y el Estado de derecho.
Queda claro que el escenario demanda enfrentar medidas de mayor magnitud y trascendencia. Por ahora, quizás la mejor noticia de estos cien días es que el clima de la res pública ha cambiado sustancialmente: desde el uno de diciembre la disputa abierta y descarnada por el poder le ha cedido el paso a una tregua no pactada. Es patente que ni el gobierno ni la oposición se han atrevido a medir fuerzas.
miércoles, 28 de marzo de 2007
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