sábado, 18 de septiembre de 2010

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN LA PROVINCIA DE TLAPA: HISTORIA, MEMORIA Y TRADICIÓN ORAL

INTRODUCCIÓN

Agradezco la invitación que me ha hecho Don Ricardo Infante Padilla, profesor de la UAG y la licenciada Maura L. Ortiz Carrasco, directora del Museo Regional de Guerrero (INAH), con sede en Chilpancingo, en el marco de la Conmemoración del Bicentenario del Grito de la Independencia de México.

En esta introducción no procederé a describir cada uno de los tres capítulos que integran el libro La Guerra de Independencia en la Provincia de Tlapa: Historia, Memoria y Tradición Oral, porque siempre me ha parecido un asunto ocioso esos apretados resúmenes que, con demasiada frecuencia, los editores hacen en las introducciones de libros.

Los tres temas son diáfanos y los lectores acudirán a ellos independientemente de lo que yo diga y escriba aquí en la presente introducción, además no pretendo convertirme en un repetidor del autor; la grandeza de Gramsci, es que, fue un marxista original, no un repetidor del Marxismo.

El libro que hoy presentamos a la sociedad chilpancinguense y pueblos vecinos, es una investigación que corresponde a la microhistoria, o historia regional, que se ubica en Tlapa, el corazón de La Región de la Montaña en el que se resignifica y reivindica la figura legendaria del Consumador de la Independencia de México, general Vicente Guerrero; Tlapa, se puede afirmar que fue el último bastión de la guerrilla del prócer Tixtleco durante 7 años de duros combates hasta la negociación política con el general Agustín de Iturbide para lograr la Independencia en 1821. Posteriormente, el reconocimiento de la corona española de la Independencia total en 1836.

El libro escrito por el investigador y profesor de la Unidad Académica de Antropología Social (UAAS-UAG), maestro Mario O. Martínez Rescalvo, se suma a otros textos que se han publicado desde hace un par de años con motivo de los Bicentenarios, casi todos ellos centrados en 1808-1810 y en los movimientos de las independencias hispánicas con la excepción de que este libro La guerra de independencia en la provincia de Tlapa: historia, memoria y tradición oral, además de situarse en una microhistoria, o historia regional, fundada por el historiador conservador Luis González y González, contiene la novedad que su autor no hizo una investigación desde la comodidad de un escritorio, de un gabinete, sino que acudió al escenario donde el inmortal Guerrero encabezó sus últimas batallas en contra del ejército realista, quienes defendían los intereses atrincherados de la corona española, en la Nueva España.

Para los especialistas, el autor Martínez Rescalvo, es reconocido como investigador de lo que acontece en su región natal, La Montaña, además de haber sido director de la UAAS-UAG, antecesor inmediato del ahora nuevo director el maestro José C. Tapia Gómez. Para los bisoños en el tema baste señalar que el autor es una garantía de lo que en el libro escribe.

La historia oral, es uno de los recursos utilizados por el autor, esta metodología trata siempre de recopilar un conjunto de relatos personales que den cuenta de la vida y de la experiencia de los narradores, o informantes entrevistados.

Lo que haré en esta presentación son tres cosas: Primero, describir brevemente los libros que se han ocupado en el estudio de los antecedentes históricos que provocaron la insurrección del movimiento de Independencia en la Nueva España; segundo, algunas observaciones al libro en comento; y tercero, un análisis coyuntural del fiasco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México por los gobiernos derechistas a nivel federal y en el estado de Guerrero.

LIBROS DEL BIENIO 1808-1810

Desde hace tiempo, el periodo transcurrido entre la primavera de 1808 y los primeros meses de 1810 es incluido en los estudios sobre las Independencias hispanoamericanas (el libro clásico de John Lynch sobre el tema, cuya primera edición es de 1973, se titula The Spanich American Revolutions, 1808-1826), hasta el libro reciente del doctor Juan María Alponte, publicado en este 2010, con el título A la vera de las Independencias de la América Hispánica.

Merece mucha atención los trabajos que realizó François-Xavier Guerra, sobre todo en su libro “La política moderna en el mundo hispánico: apuntes para unos años cruciales (1808-1810)”, porque estos dos años, ocupan un lugar privilegiado en dichos estudios: El periodo que va de los levantamientos peninsulares de la primavera de 1808, es sin duda la época clave de las revoluciones hispánicas, tanto en el tránsito a la Modernidad, como en la gestación de la Independencia.

En el estado de Guerrero, los dos libros más importantes que hablan de la grandeza del General Vicente Guerrero son: Vicente Guerrero, El Consumador, escrito por el historiador Herminio Chávez Guerrero, publicado en 1971, para conmemorar el 150 Aniversario del Movimiento de Independencia, y reeditado por el Ateneo Nicole Giron en 2010; al historiador Chávez Guerrero le llevó 30 años de investigación y para su redacción 6 años. Y Revaloración de Vicente Guerrero, Consumador de la Independencia, escrito por Vicente Fuentes Díaz, en 1989 y reeditado por iniciativa del Profesor Ricardo Infante Padilla en el 2009.

Existe otro libro sobre la vida del prócer Tixtleco “El Guerrero del alba. La vida de Vicente Guerrero”, escrito por la historiadora de la ciudad de México, Raquel Huerta-Nava, publicado en el 2007, es una investigación de gabinete y que si ustedes leen los libros de Herminio Chávez Guerrero y el de Vicente Fuentes Díaz, son una copia de los dos y además no les da crédito a ninguno de ellos.

Dejé al último libro del investigador Martínez Rescalvo, publicado en este 2010, para que observen ustedes que desde 1989, es decir, después de 21 años de la publicación de Vicente Fuentes Díaz, no se había publicado un solo libro por historiadores guerrerenses, lo que demuestra que los historiadores de la Universidad Autónoma de Guerrero, no están produciendo libros que hablen de la vida y obra del Consumador de la Independencia ni de ninguna otra índole, sino que es hasta este 2010, cuando el profesor de la UAAS-UAG, publica el libro que estamos presentando.

ALGUNAS OBSERVACIONES AL LIBRO: LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN LA PROVINCIA DE TLAPA: HISTORIA, MEMORIA Y TRADICIÓN ORAL

En el Colegio de México y en la Universidad Iberoamericana, existen dos Seminarios, en los que el autor de estos comentarios participa, donde se presentan avances de libros y tesis a nivel de doctorado; la metodología es la siguiente: el autor presenta su texto en 15 minutos e invita a uno, o dos comentaristas que hacen observaciones durante 5 minutos, seguidamente se realizan una y hasta tres rondas de preguntas de un minuto cada intervención por los participantes de los Seminarios; éstos se realizan cada mes y medio aproximadamente, y se hacen para que los autores de los avances de libros y tesis de doctorado en ciencias sociales corrijan, amplíen o anexen las observaciones que consideren convenientes para que la publicación no lleve errores.

Citaré un ejemplo para aclarar lo que estoy diciendo:

El pasado lunes 6 de septiembre del presente año, asistí al Colegio de México, a la presentación del avance del libro: “Hacer la América: el enriquecimiento inexplicable de Félix María Calleja”, presentado por el Dr. Juan Ortiz Escamilla y sus comentaristas fueron los doctores Ernest Sánchez Santiró y José Antonio Serrano.

Ortiz Escamilla señaló que el general y luego virrey de la Nueva España Félix María Calleja (1813-1816) pudo haber terminado la Guerra de Independencia desde 1815 cuando es fusilado José María Morelos, pero no quiso terminarla porque le convenía que se prolongara para se estaba enriqueciendo exageradamente, ya que tenía el control de las minas, ganado y terrenos en los ahora estados de San Luis Potosí, Zacatecas y Tamaulipas.

Pero se le hizo la observación de que el General Vicente Guerrero se mantenía en pie lucha y que era el digno sucesor de Morelos, el doctor Ortiz Escamilla aceptó esta observación y la incluirá en su próximo libro.

En relación a la bibliografía utilizada para la investigación del texto, me da gusto que se haya seleccionado el libro Raíces de la Insurgencia en México, del historiador Brian Hamnett, investigador de la Universidad de Essex, Inglaterra, porque es el mejor biógrafo del General Vicente Guerrero y del Licenciado Benito Juárez. Y también el libro de Vicente Fuentes Díaz “Revaloración de Vicente Guerrero. Consumador de la Independencia. Hubiese sido interesante haber incorporado el libro del historiador Herminio Chávez Guerrero, ya mencionado supra. Así como otros textos de investigadores: Eric Van Young, Alan Knight, John Tutino, James D. Cockcroft, Chales H. Hale, entre otros historiadores extranjeros que han dedicado muchos años de su vida en la investigación sobre nuestras revoluciones.

EL FIASCO DEL BICENTENARIO

El gobierno de la República y el de Zeferino Torreblanca Galindo, dejaron escapar la oportunidad dorada, excepcional, irrepetible, de modificar sensiblemente las coordenadas de nuestra vida pública, el clima de opinión y el ánimo social de una de las etapas más delicadas que haya vivido México en muchas décadas. Por ineptitud, prepotencia o desdén, los subgerentes del Ejecutivo federal y local, dilapidaron la ocasión de resignificar dos sexenios de calamidades con un toque de imaginación política, inteligencia operativa, apertura y temple republicano.

La conmemoración del Bicentenario del Grito de Independencia y el Centenario de la Revolución se presentaba como la coyuntura ideal, el gran momentum de vestirse de seda y mostrar el rostro amable, limpio y ordenado de la transición descoyuntada: un gobierno responsable y austero, a la altura de las circunstancias pero sujeto a límites precisos de racionalidad y equilibrio; una administración sobria, contenida, capaz de hacer de la necesidad virtud convencional y convertir el desafío celebratorio en punto de quiebre de otra historia -expurgada de dogmas, falsificaciones, deformaciones- en necesaria perspectiva futura.

Sólo que la maniobra de precisión demandaba cordura y seriedad. Rigor administrativo y coherencia institucional. Planeación estratégica, continuidad de esfuerzos, claridad de propósitos y sensatez. Cierto grado de humildad para aceptar las limitaciones propias de un bloque gobernante que, por origen y trayectoria, ni Felipe Calderón ni Zeferino Torreblanca Galindo “nunca han entendido la cultura” ni forjado herramientas y liderazgos para el debate intelectual contemporáneo.

En tales condiciones, francamente onerosas para el estándar de la alta burocracia gobernante, el reto más noble de los dos sexenios escalaron a niveles de misión imposible. De tal modo y tal suerte que, previsible desde hace algunos meses, lo que pudo ser la gran operación político-cultural de dos gobiernos en apuros terminarían naufragando en los chapoteaderos del ridículo, la pena ajena, el humor propiamente involuntario y el despilfarro inmoral de cursos públicos como en los años de mayor esplendor del régimen priista.

Nadie pedía imposible ni esperaba milagros. Pero la situación política, social y económica del país reclamaba dosis muy altas de sensibilidad, inteligencia, ecuanimidad y tolerancia. Ya resultaba suficientemente irónico que correspondiera al segundo gobierno del PAN organizar la fiesta centenaria de una revolución y sus secuelas -siete décadas de corrupción, impunidad, arbitrariedad, exclusión y subdesarrollo del PRI- que no despiertan el mínimo entusiasmo en un partido como el PAN que nació en 1939 como reacción ultramontana al programa cardenista -cerrojazo jurídico-institucional del ciclo abierto por la conmemoración armada de 1910: reparto agrario, régimen laboral, educación socialista, dominio soberano de los recursos naturales.

Ya era suficientemente incómodo lidiar con el panteón de una historia oficial derechizada, mistificada, adulterada, distorsionada hasta el delirio de convertir a Hidalgo y Morelos como facinerosos, pero sobre todo se denigra al General Vicente Guerrero como “mulato” y que “el consumador de la Independencia de México fue Agustín de Iturbide”, tal y como está escrito en el libro Viaje por la Historia de México (pp.32-33), escrito por el historiador conservador Luis González y González, un libro que sólo ha servido para corromper a quienes editaron y lo publicaron con un tiraje de 27 millones de ejemplares con el que se hicieron ricos de un solo plumazo. Un panfleto elegante para ensalzar la figura de Iturbide como el “consumador” de la Independencia para la república panista, un criminal, traidor y corrupto, ahora reivindicado por la derecha panista en el poder, la que se robó la presidencia en el 2006.

El gobierno de Felipe Calderón y su partido no podían mostrarse indiferentes a la singular y embarazosa cita del calendario, Pero tampoco, no había cómo, intentar la conjura sectaria de transformar la fiesta en entierro revisionista de la “Historia de Bronce” -jacobina, nacional-populista, marxistoide- porque en ello arriesgaban mucho más que el currículum del algún historiador o el último capítulo de la telenovela ¡Gritos de muerte y libertad!, que solo ha servido para pintar a Hidalgo y a Morelos como los arrepentidos y delatores antes de ser fusilados; y a los generales Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria como salvajes escondidos en las montañas de Tlapa y la selva de Veracruz, respectivamente, para deleite de la burguesía panista en el poder.

Se entiende, por supuesto, que la conmemoración oficial de acontecimientos señeros en la genealogía del país no podía reducirse a un coloquio de profesionales y aristócratas del saber historiográfico. Pero tampoco extinguirse en la reiteración magnificada de la verbena popular del 15 de septiembre y la ceremonia del Grito sin mencionar al verdadero Consumador de la Independencia, General Vicente Guerrero, en balcones y patios interiores de Palacio Nacional.

La magia de los números redondos, potenciada por el halo misterioso de lo centenario, reclamaba mucho más que una rutina y burocracia profesoral. El nacimiento simbólico de la nación y la revolución convulsa del México moderno exigían un programa sólido, consistente y atractivo de revisión histórica, celebración del pasado común, fiesta cohesionadota, reflexión crítica del presente y exploración de las vías abiertas al porvenir.

En 1989, por ejemplo, el Bicentenario de la Revolución Francesa rebasó con soltura los linderos parroquiales y las escaramuzas fratricidas de lo meramente ideológico para inscribirse en el impulso constructor de la Unión Europea, limar asperezas de viejos antagonismos disfuncionales (con Alemania, particularmente) y exaltar/relanzar la Carta Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en el momento mismo en que los muros del totalitarismo se desmoronaban entre las dos Alemanias.

En el caso de México, sin embargo, desde el principio se planteó la gran interrogante sobre el sentido y los alcances del ceremonial: la probable incongruencia de festejar cualquier cosa -libertad, independencia, igualdad, democracia- en las condiciones prevalecientes de marginación, pobreza, inequidad, desarreglo institucional, fragmentación política y transición pasmada en los establos de la alternancia sin transición como sucede también en Guerrero, con un gobernador que se entregó en los brazos del cacicazgo de Figueroa.

Desde Los Pinos se han nombrado cuatro encargados de afinar las fanfarrias del Bicentenario y el Centenario. El primero de ellos fue Cuauhtémoc Cárdenas nombrado por el aún presidente Vicente Fox en el 2006; el hijo del General, resultaba la cuña perfecta para neutralizar las resistencias y paliar la incomodidad del panismo en casa ajena.

En noviembre de 2006, a quince días de concluir el sexenio, Cárdenas presentó su renuncia a la comisión de festejos. Su presencia, explicó en una carta dirigida a Fox: “no contribuye al ambiente de pluralidad, convergencia, concordia, colaboración, tolerancia y objetividad que debe prevalecer en la organización y realización de los eventos relacionados con la recordación patriótica de los aniversarios de nuestra Independencia y de la Revolución Mexicana”.

En marzo del 2007, para empezar el viaje a lo desconocido, Calderón anunció que asumiría “directamente” la conducción del Comité Bicentenario. Sin embargo, en lo que fue leído como una “contradicción inmediata”, descargó la tarea en Sergio Vela, entonces presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Racionalidad operativa o ambigüedad irresoluble, muy pronto se vería perturbada por un rumor alado: el presunto desplazamiento de Vela para privilegiar, en los hechos, el “proyecto de celebraciones” preparado por Fernando Landeros, “creador del Teletón y hombre de Televisa.

La especie jamás fue confirmada ni desmentida. Pero justo a los seis meses -plazo fijado para la presentación de un programa oficial que nunca apareció- Calderón nombró a Rafael Tovar y de Teresa como coordinador ejecutivo. La designación fue acertada, no obstante que tardía. El prestigio y la experiencia del embajador y ex titular de Conaculta suponían la reorientación de un barco a la deriva y, por fin, la definición de criterios en la desorbitada planeación de lo inminente.

División del trabajo y buena vibra. Las aguas volvían a su nivel y los organizadores recuperaban el aliento… Hasta que en junio de 2008 un nuevo enroque, cruce de cables, cambió la jugada: la integración de Bernardo de la Garza, ex diputado “verde” y desconocedor de estos menesteres, fue enviado a la Oficina de la Presidencia como encargado de coordinar desde Los Pinos los festejos.

Nueva vuelta de tuerca y nuevo reemplazo. Rafael Tovar y de Teresa renunció a la formalidad de un cargo que no podía ejercer a plenitud, sobre todo teniendo como “supervisor” a un ignorante “verde”.

Calderón decide trasladar la pelota caliente a las ligas menores de la burocracia azul: el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), dependencia de Gobernación encabezada por José Manuel Villalpando, abogado y ex compañero de estudios de Calderón en la Libre de Derecho y aficionado a la divulgación de la historia oficial.

José Manuel Villalpando sería el símbolo chivo expiatorio de culpas que no le corresponden y decisiones que lo rebasan por lo alto. Mucho menos el responsable de contratar los servicios del promotor australiano Ric Birch para la fiesta del 15 de septiembre a un costo estratosférico de 672 millones 800 mil pesos ni de “palomear” un presupuesto total de las celebraciones que alcanza los 2 971 millones de pesos, más otros gastos no contemplados en el presupuesto inicial.

Desde el 21 de julio pasado Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública sustituyó al abogado Villalpando como cabeza parlante de las celebraciones. Es el cuarto en cuatro años. Villalpando por la amistad con Calderón mantiene el cargo, pero no decide y cambia de jefe, ya no es el secretario de Gobernación, sino el secretario de Educación Pública.

Finalmente, el gobierno federal dilapidó en un pésimo cálculo político la ocasión de ganar tiempo al tiempo y transformar la amenaza en oportunidad… Todo en un santiamén. En un largo suspiro de improvisación y demagogia administrado en cuatro años de indolencia supina.

Por lo que toca al gobernador Zeferino Torreblanca Galindo, no supo aprovechar el capital político con el que ganó la gubernatura de Guerrero en el 2005, tampoco supo aprovechar la cuna de los grandes insurgentes: Los Galeana, los Bravo, Juan Álvarez, pero sobre todo la tierra del Consumador Vicente Guerrero; en un parpadeo de insensibilidad e ignorancia de un contador que sólo sabe contar el dinero que se ha llevado a su propiedad privada y cuidar los intereses atrincherados de Figueroa en el gobierno del Estado, sólo atribuible a la visión aldeana que se creía patrimonio exclusivo del priismo en todas su variantes: caciquil y neoliberal. Todo en un reiterado desplante de arrogancia y mezquindad dogmática muy a tono con la débil política a ras de suelo por el lenguaje prosaico, propio de “carretonero” que ha estado utilizando últimamente Zeferino Torreblanca Galindo, ya sólo le quedan seis meses, afortunadamente para los guerrerenses, para seguir conduciendo los destinos del estado de Guerrero por los despeñaderos de una desilusión total.

domingo, 12 de septiembre de 2010

ALFREDO GUTIÉRREZ GÓMEZ Y LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI

La Universidad del siglo XXI debe estar al servicio de la solidaridad
humana, de la vida toda y del mundo en que vivimos. La Universidad
que no podría ser solo del éxito profesional de sus miembros, sino
que tendría que ocuparse a la vez de la armonía y justeza entre las
sociedades, naciones y países, y también del equilibrio de la tierra
que todos poblamos y de las especies que nos acompañan, como
fenómeno único en el universo hasta ahora.

Así soñaba una Universidad como lo expresó en una de sus últimas
entrevistas que concedió en Hermosillo, Sonora, el Maestro Alfredo
Gutiérrez Gómez (epd), a quien tuvimos de profesor en Sociología,
mi amigo Héctor Murillo Cruz y el autor de estas líneas, en la
Universidad Iberoamericana-Ciudad de México.

Una universidad del siglo XXI, abierta al cosmos y al interior
de los seres humanos, una universidad en donde se expresarían
múltiples días de conocimiento, una institucionalidad flexible, con
itinerancia local y planetaria, no anclada en un solo lugar, donde
el conocimiento se ocupe del conocimiento mismo, y en donde la
ciencia se ocupe de la ciencia con conciencia como subraya el
filósofo y sociólogo Edgar Morin.

Una universidad con un campo de práctica, con el ejercicio
relacionado con nuestra capacidad de colocar vínculos y puentes
entre las distintas facetas de la realidad humana, para descubrir
sus panoramas, para ver sus horizontes y para salvarnos de la vieja
obsesión que tenemos de ver todo por partes desde la perspectiva
sólo analítica.

Después del análisis nos esperan nuevas realidades y estás
estarían en el fondo del pensador francés Edgar Morin, en un nuevo
proyecto de universidad.

La reforma de la educación tiene que ver con el ejercicio, con
la fijación compleja, o de la interdisciplinaridad, que quiere decir
simplemente poner en contacto a las disciplinas hasta ahora
cerradas y autosuficientes, abrirlas para que se ventilen sus
lenguajes, sus hipótesis, sus problemas, sus preguntas y que
fecunden distintos campos de conocimiento.

La interdisciplina, indudablemente, nos entregará otra visión de
las cosas, y del ser humano, puesto que no se queda en la etapa
de la fragmentación, de la división, de la distinción para saber de
qué estamos hechos y de qué están hechas las cosas; sino que
busca integrar los conocimientos en series conceptúales, en ciclos
conceptuales, conceptos que nos lleven unos a otros para dar cuenta
de cómo es que la realidad funciona en verdad formando estos
tejidos, estas redes sociales, estos conjuntos; la visión de conjunto
sería la visión de una universidad interdisciplinar, abierta a los temas
del universo y del ser humano como temas de la vida, como temas
de la sociología, como tema de la antropología, todos formando
cadenas para explicar la unidad que somos, como también la unidad
que existe fuera de nuestro contexto, de todas las cosas que nos
rodean que es nuestro contexto mismo.

La visión del sujeto y la visión del contexto forman un ángulo de
entrada profundo que este proyecto de universidad a través de la
interdisciplinaridad nos gustaría encontrar.

Veo a la universidad como un espacio natural tanto del cambio
permanente como de la conservación de la existencia, que debe
propiciar el ejercicio de esa capacidad relacionadora, debe fijarse en
los intersticios, en lo que media entre las especies, entre los seres;
esa especie de pegamento que hace unos con otros, hace que
coexistamos, que funciones con otros, de tal manera que permita
el descubrimiento del mundo que permanecía oculto, detrás de la
obsesión del análisis científico.

La ciencia nos ha llevado a enormes logros de los cuales no
estamos dispuestos a prescindir, pero nos ha orillado también al
mismo tiempo a la ignorancia del conjunto por fijarse excesivamente
en las partes y nos ha arriesgado a la pérdida de la vida, de la salud
del planeta y de nuestra especie, por ponernos al borde de riesgos
que sólo podríamos descubrir avanzando más ampliamente en el
territorio y no quedándonos con la vista en el surco.

Esta perspectiva indudablemente que permitiría una comunicación
más intensa y que nosotros pudiéramos comprender esa
comunicación más intensa entre las partículas, las células, el cerebro
humano, las sociedades, hasta el sistema solar, como sistema de
sistemas que adentran, de sociedad de la sociedad, como el título
del último libro del sociólogo Niklas Luhmann, como sistema de
sistemas que adentran formas de conciencias distintas y niveles de
inteligencias también diversos.

Todo esto, para decir que la reforma educativa alude a la propuesta
moriniana de poner en ciclos los conocimientos entre las diversas
disciplinas, la ciencia de la tierra por un lado, la ciencia de la vida,
por el otro los saberes acerca de lo humano, entendiendo a lo
humano al individuo como a la sociedad, como la especie, todo esto
captado en constelaciones que alcanzan nuevas dimensiones que
son ciclos de conceptos enlazados, que nos dan una idea de que
las cosas así son y así se hicieron en la realidad, funcionan unas
con otras, como nosotros con nuestros semejantes y todos somos
ciudadanos con armonías que nos es muy difícil captar con sólo la
perspectiva del análisis y de la visión.

También sería necesario para este movimiento en el nuevo saber,
espacios para ese nuevo saber, un espacio-tiempo adecuado,
una arquitectura de los edificios donde se cultiva y se transmite el
conocimiento.

En donde la informática, la computación, todos los medios
audiovisuales y los contactos interpersonales puedan entrar en una
actividad mucha más intensa en un intercambio mucho más fluido
que nos adiestre en la visión de los conjuntos.

Así pues, que no veamos separados los fenómenos de la vida, de
los fenómenos o de los elementos físicos-químicos de la materia, de
la energía, todo eso separado de quien busca las respuestas a sus
preguntas y a través de su lenguaje interroga a la realidad física y a
la realidad viva del planeta que somos los seres humanos, y que no
tenemos explicación sin la vida de las otras especies y sin el planeta
tierra con todos sus recursos.

Vamos, no tenemos explicación sin la fuente solar de la energía
que a nosotros llega a través de las especies vegetales. Esta parte
de espacios y arquitecturas conseguidas para la comunicación de
los conjuntos y para la visión de los panoramas y de los horizontes,
tienen que ver con la parte física de los procesos educativos.

A nosotros nos estorban pues, aulas, paredes, pasillos y cubículos,
nos estorban los policías de las disciplinas que se apropian de un
objeto de investigación como si fuera de exclusivo dominio, y nos
estorban todas las limitaciones económicas y políticas que impiden
que las sociedades se hagan de los conocimientos en el volumen
en el que se producen para lograr lo que para el sociólogo y filósofo
Edgar Morin sería la democracia comunicativa de los pueblos.

Edgar Morin es un sociólogo sólo rebasado por si mismo y lanzado
más allá de los cortes y de las chaturas de la súper especialización
que tanto daña a la vida de los seres humanos y de nuestra casa
vital de nuestra tierra.

Como un sujeto interdisciplinar por biografía y por vocación, por su
historia, por necesidad y por la necedad auto regeneradora, con su
inquietud enorme, con su gran sensibilidad, es un resignificador del
conocimiento, un relator de nuestra humanidad más estremecedora,
a la vez una humanidad racional y demencial que permite reconocer
que somos capaces que somos capaces de lo mejor y de lo peor.

Un hombre que no ha querido escapar de sus propias huellas, de
su propia vida y percibe como el águila los detalles sin perderse el
horizonte de las cosas.

Un Maestro con la sencillez y el calor afectivo, muy solidario,
luchador contra la crueldad del mundo. Un burlador de fronteras y
aduanas disciplinarias, irreverente, alegre, imaginativo, provocador,
inteligente, pero dotado además de una inteligencia adicional,
la de corazón y la piedad, de la comprensión y el perdón.

Morin es como un hermano entrañable.