viernes, 28 de marzo de 2008

LA HUELLAS DE LAS TRAMPAS EN EL PRD

El daño está hecho. La crisis actual en el PRD no tiene una salida óptima. Aun si el conflicto poselectoral se soluciona “por los causes institucionales” ---un arreglo basado en la división estatutaria de la Presidencia y la Secretaría general, verdadera cláusula de gobernabilidad partidista contenida en el artículo 13 de los estatutos---, nada borrará las huellas de las trampas y trapacerías de antes, durante y después de la elección del domingo 16 de marzo; ni la excepcionalidad del método perredista ---más democracia interna que todos los otros partidistas--- ni, mucho menos, el argumento risible de los “casos aislados”.

A la letra, el artículo 13, fracción 5, de los Estatutos del Partido de la Revolución Democrática señala: “La elección de la presidencia y la secretaría general en los distintos niveles de dirección del Partido se realizará por voto directo y secreto, a través de fórmulas integradas por una candidatura para cada cargo. Ocupará la presidencia quien obtenga la mayoría relativa de los votos; ocupará la secretaría general quien obtenga la mayoría relativa de los votos. Pero si la fórmula de la primera minoría obtiene más de la mitad de los votos alcanzados por la mayoría, ocupará la secretaría general quien haya participado en la candidatura a la presidencia de dicha fórmula o en su defecto, quien haya sido candidato a secretario general de la misma”.

¡ Fraude ya, simulación para todos ! La hiperdemocracia sin demócratas suele crear monstruos en esas organizaciones monopólicas del acceso al poder público que son los partidos nacionales. Ninguna sorpresa en el caso perredista. El último ideólogo de la derecha, Carlos Castillo Pereza, resultó profeta: el PRD está condenado a recomponer los viejos usos, vicios y contrahechuras del poder priista. Solo que, habría que agregar, con la paradoja marxista de la repetición de la tragedia como farsa ---para el anecdotario, se debe registrar la nueva aportación perredista al catálogo de nuevos y viejos usos de la defraudación electoral: la casilla fantasma: es decir, un centro de votación no instalado pero del que se tienen actas con votos registrados.

Ya se sabe: el fraude intestinal es moneda corriente en el Partido de la Revolución Democrática. Fiel a su espejo, como en 1996, 1999 o 2002 la renovación total de cuadros dirigentes resulta una farsa salvaje, sin orden ni concierto por la carencia de un aparato electoral preparado, una cultura política corrupta, rebasada por una disputa descarnada.

Lo saben desde la izquierda alternativa y moderna, el viejo PRI, el PAN de Calderón-Marínez Cázarez y hasta organizaciones sindicales, universitarias y civiles: el control sectario del membrete bien vale un buen pleito, sin atenuantes o tiquismiquis democráticos. Es este sentido, solo en este; se atenúa lo ocurrido en el PRD: en todos lados se cuecen habas.

Sucede que, ahora, el PRD se puso de a pechito al cumplir el más malo de los augurios y, naturalmente, las lacras y vicios exhibidos son explotados por malquerientes y adversarios. “Organizan un gobierno legítimo para la nación y ni siquiera se gobiernan a sí mismos”, se ufana Germán Martínez, el presidente nacional del PAN tan legítimo como producto de una candidatura única, denunciada por sus adversarios como “impuesta”.

Al PRD los tintes bravucones, excluyentes y polarizantes lo llevaron a la piedra de los sacrificios: fractura, escisión, refundación, “divorcio civilizado” ---metáfora cortesía de José Ortiz Pinchetti---, son los fantasmas que gravitan en la perspectiva inmediata del partido. Piedra y coyol como escribí en mi artículo anterior.

Si Jesús Ortega se queda con la dirigencia nacional se abre el escenario de la escisión. Difícilmente sucedería en el caso contrario, ¿ Qué les quedaría a los Chuchos después de la renuncia a la estructura, la burocracia y las prerrogativas?: ¿Los denominados Chuchos han pagado caro su propósito de aferramiento a la burocracia. Lo suyo no es ni el movimiento social ni la izquierda cultural y se aferran a una ridícula expresión partidista basada en los negocios políticos de facción que palidecen la obra de Rafael Aguilar Talamantes: Burocracia ya, fraude para todos.

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