domingo, 23 de marzo de 2008

JUAREZ Y LINCOLN, VIDAS PARALELAS

La innata sabiduría y humanidad tanto de Benito Juárez como de Abraham Lincoln, hicieron de los dos en su tiempo, los más grandes presidentes de sus respectivas naciones: México y Estados Unidos. Los dos estudiaron derecho y contemporanizaron como presidentes de sus países, el mexicano fue titular del poder ejecutivo de 1858 a 1872, y el segundo de 1860 a 1864, en este último año el político estadounidense fue asesinado por un fanático esclavista.

Juárez era únicamente 3 años mayor que Lincoln. Si Juárez viviera tendría 202 años, el 21 de marzo, es el aniversario de su natalicio que los mexicanos, venturosamente celebramos; en tanto que Lincoln tendría 199 años.

El héroe mexicano, alguna vez le escribió a sus hijos: “Nací el 21 de marzo de 1806 en el pueblo de San Pablo Guelatao, Oaxaca, fui bautizado como Benito Pablo Juárez García, tuve la desgracia de no haber conocido a mis padres Marcelino Juárez y Brígida García, indios de la raza primitiva del país, porque apenas tenía yo tres años cuando murieron…”

Síntesis exenta de retórica, palabras vaciadas de todo enigma. Duro el andar, desde el inicio, hasta que, a los 12 años, se “fugó de su casa” (sus palabras exactas) movido por un sentimiento irresistible: “El vehemente deseo de aprender”. Sabía que en San Pablo Guelatao le sería imposible aprender a leer y escribir en español. “El deseo vehemente de aprender” es una de las frases más prodigiosas del hombre llamado Benito Juárez y de las más portentosas que puedan aducirse, como metáfora y revolución, en orden a la educación.

En 1859, cuando Abraham Lincoln tenía 50 años escribió, para conocimiento de sus posibles electores ---dice el sociólogo Juan María Alponte, profesor de la FCPyS de la UNAM, en su texto maravilloso “Los libertadores de la conciencia”, una breve autobiografía. Lo esencial de ella es su absoluta falta de pretensiones. Arroja las palabras al papel de una indiferencia serena, altera, distante y minuciosa:

“Nací [dice] el 12 de febrero de 1809 en el condado de Hardin, en Kentucky. Mis padres, los dos, eran virginianos, de familias irrelevantes, y mi madre, que murió cuando yo tenía diez años, pertenecía a la familia de los Hanks. Algunos de sus miembros residen en Adams, otros en los condados de Illinois…” . Este estado se ha vuelto de moda debido a que Barack Obama, es senador por Illinois, es el candidato presidencial puntero en la contienda interna del Partido Demócrata, del otro lado, se encuentra la senadora Hillary Clinton de su mismo partido.

Durante la intervención francesa, que duró de noviembre de 1861 a julio de 1867, Juárez abandonó la ciudad de México, cambiando de ciudad en ciudad, en defensa de la República, así vivió en San Luis Potosí, Monterrey, Saltillo y finalmente en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez en su honor), del estado de Chihuahua. Donde vivió el autor de estas líneas durante más de 20 años. Lincoln, desafortunadamente, no vio el triunfo de Juárez sobre Maximiliano de Habsburgo, al ser asesinado en 1864, y el triunfo de Juárez fue en 1867.

Víctor Hugo, ardoroso luchador contra le pena de muerte, se ocupó inmediatamente del caso de John Brown, perteneciente a una vieja familia blanca de Nueva Inglaterra, se alzó en armas en su lucha contra la esclavitud, en las montañas de la cordillera de los Apalaches, reunió a esclavos y blancos alzados, y con ellos inició una serie de ataques contra los antiabolicionistas. Finalmente fue herido, en el Libertador, periódico abiertamente abolicionista, se publicaron diversas cartas en defensa de John Brown que pasó a la leyenda. Sin embargo, Brown fue colgado en Charlestown el 2 de diciembre de 1859.

Nuevamente, el escritor francés Víctor Hugo, desde el exilio, el 20 de junio de 1867, le escribió al presidente Benito Juárez, para que le perdonara la vida a Maximiliano de Absburgo, en unas líneas de esa memorable carta le decía: “Juárez, usted ha igualado a John Brown” (…) Maximiliano deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo, se me dirá? El castigo, hele aquí: Maximiliano vivirá por la gracia de la república…”

Maximiliano fue ejecutado el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas de Querétaro. El presidente Juárez decidió lo que le había aconsejado Don Ignacio Manuel Altamirano en el sentido de que el Emperador debería ser ejecutado. Dura lección de la historia.

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