viernes, 28 de marzo de 2008

PIEDRA Y COYOL EN EL PRD

Simulación y exceso. Estos son los términos que definen, con toda exactitud, la elección perredista del domingo 16 de marzo para renovar dirigencias nacional y estatales. Lo primero, por lo que hace el carácter del proceso comicial: una auténtica farsa hiperdemocrática, sin orden ni concierto, primitiva en su concepción y salvaje en la ejecución de la puesta en escena. Lo segundo, por lo que se refiere a la conducta y proceder de los contendientes: marrullería, deshonestidad, falta de escrúpulos y abuso de poder como sucedió aquí en Guerrero para imponer a Misael Medrano Baza en la dirigencia local.

Fiel a su espejo diario; a las contrahechuras que produce la disciplina corporativa y el indigno manejo de las miseria populares y ciudadanas; a la falta de ética en el ejercicio de la función pública de que hacen gala sus gobernadores, funcionarios y legisladores, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) volvió a mostrarse de cuerpo entero en una elección desaseada, pletórica de irregularidades, impresentable en los mismos parámetro de la legalidad interna e indefendible desde la más indulgente mirada democrática.

Batalla de malos contra peores, de taimados operadores a la sombra ---Nueva Izquierda y aliados--- contra fresquísimos maniobreros de la red clientelar ---Izquierda Unida y el archipiélago lopezobradorista---, en el encontronazo protagonizado por Jesús Ortega y Alejandro Encinas los perredistas ratificaron su inclinación natural por los viejos usos de la defraudación electoral: padrón inflado y rasurado; robo y falsificación de boletas; violencia para impedir la instalación de casillas e inhibir el sufragio; acarreo de sufragantes, compra y coacción del voto; quema de urnas; propaganda ilegal, uso de recursos públicos, condicionamiento de programas sociales, movilización corporativa de empleos de gobiernos y municipios (tan “voluntaria” como que en ello les va el salario).

Un catálogo fascinante y estremecedor, éste de la subcultura del fraude, en el que se diluye toda diferencia real o supuesta entre la “izquierda dialoguista” y “socialdemócrata” ---Jesús Ortega, Los Chuchos, los Arce, Zavaleta, Círigo--- y la “izquierda radicalizada”, “intolerante”, “rijosa” ---Encinas, López Obrador, Ebrard, Padierna. Cuestión de estilos, de retórica blanda o retadora, de “amarres” y apoyadores, que a final de cuentas terminan disolviéndose por el efecto igualitario de la desvergüenza política. Es decir: el despliegue abierto, a plena luz del día, sin rubor ni cargos de conciencia, del más puro realismo gansteril, democráticamente incorrecto pero muy redituable políticamente.

Porque no hay otra forma de leer los resultados obtenidos por una y otra banda en sus respectivos bastiones: el rudo Encinas supera al contrincante por 33 mil votos en Tabasco, 22 mil en Zacatecas, 90 mil en el Distrito Federal, 32 mil 839 votos en Guerrero (Jesús Ortega Martínez (únicamente 27 mil 796 a pesar del enorme apoyo que tuvo por parte del gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo); mientras que Jesús Ortega lleva la virtud “dialoguista” a territorio tricolor y rebasa por 57 votos en Chiapas, 60 mil en estado de México y 19 mil en Oaxaca.

No hay casillas zapato porque Dios es grande y la gula es pecado. Pero la lógica es la misma del priismo en los primeros años de la “competencia” testimonial de las oposiciones: arrasar al enemigo en enclaves controlados (los legendarios “graneros” electorales) con el propósito de equilibrar las pérdidas obligadas, necesarias para taparle el ojo al macho, en zonas liberadas del dominio caciquil.

Guerra de titanes, demiurgos y alquimistas que no podía sino terminar mal, más que mal, peor y de malas, habida cuenta el potencial creativo y destructor de unos y otros. Chocaron piedra y coyol y las chispas generadas en la primitiva conflagración amenazan con incendiar el cobertizo de paja seca que ha dado protección, abrigo y poder adquisitivo a generales, subtenientes y soldados rasos en esa ingobernable confederación de sectas amparada bajo el sol azteca.

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