En 1975 la editorial Siglo XXI publicó por primera vez en castellano el libro El oficio de sociólogo, escrito por tres sociólogos franceses: Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron, quienes habían publicado el libro por primera vez en francés en 1973 con el título Le métier de sociologue. Los tres sociólogos introdujeron textos sociológicos que, a la vez que síntesis y comentarios críticos, enunciaron lo esencial del pensamiento científico. Pero en esta entrega no voy a analizar este texto, sólo lo enuncio porque de ahí tomé el nombre de la presente colaboración: El oficio de político en Guerrero.
Participar en política en el estado de Guerrero, desafortunadamente, es sinónimo de corrupción e impunidad. Desde luego, como en todo, hay sus honrosas excepciones. La mayoría de quienes se dedican a la política partidista en nuestra entidad tiene dinero. Aunque intelectualmente no estén preparados para el ejercicio del poder, con el dinero compran las candidaturas a los dirigentes de partidos políticos; posteriormente pagan sus campañas, y una vez en el poder recuperan los gastos que hicieron durante las dos etapas: las precampañas y las campañas.
Nadie impide que los servidores públicos roben, porque es una clase política que se protege con el blindaje de la impunidad. No hay transparencia y la ley contra los corruptos no se aplica. Los partidos, candidatos y autoridades saturan la atmósfera pública con retórica y cinismo degradantes.
Las campañas están marcadas por la ilegitimidad de origen, por la falta de escrúpulos de los partidos y candidatos contendientes, por el oportunismo de aspirantes al hueso federal o local mediante el chaquetazo o la compra de candidaturas (en efectivo o a plazos), por la deshonestidad flagrante de una clase política que supone, y supone mal, que la lucha por el poder justifica cualquier cosa o que, como dijo Maquiavelo, el fin justifica los medios.
Del Revolucionario Institucional y sus mafias nada sorprende. En buena medida, su desplazamiento de la gubernatura de Guerrero, las derrotas previas y posteriores en las senadurías, diputaciones federales y locales, y en los municipios, sobre todo en el más importante: Acapulco, responden al hartazgo acumulado de la sociedad guerrerense tras 70 años de trapacerías, patrimonialismo y escandalosa impunidad. La derrota del PRI en febrero de 2005 en Guerrero representa, apenas, un correctivo simbólico que no sanciona cabalmente una larga historia de corrupción, fraude y turbio manejo de los recursos públicos.
En Guerrero, en lugar de ir hacia la transición, vamos al revés, a su contraparte, a la decadencia, a la degradación moral e intelectual de la clase política. Un compañero en la Universidad Iberoamericana, hace unos días, me decía: “la crisis en Guerrero la están viviendo todos los guerrerenses, pero la crisis más fuerte se ve en su clase política, en el sentido que, por un lado, no tiene los tamaños para el desarrollo social, económico y político de la entidad, sino que ve sus beneficios individuales y grupales, y se hace del poder para sus propios intereses, para sus grupos, para sus allegados”. A esto se le llama patrimonialismo, es un error que los guerrerenses no hemos superado. Ejemplos sobran: el Grupo Figueroa, el Grupo Aguirre Rivero, el Grupo Juárez Cisneros, entre otros remedos de caciques. Donde la desvergüenza no deja de sorprender –por inocencia democrática o simple candidez ciudadana– es el terreno de las viejas oposiciones y que ahora el PRD, al rentar sus siglas a Zeferino Torreblanca Galindo, es gobierno, aunque no está en el ejercicio del poder.
El PAN y su conservadora pureza de almas buenas. ¿Dónde quedó el recato de los varones de la derecha cívica y sus patrocinadores de la muy decente iniciativa privada? En el PRD y su terrible temeraria fundamentalista “intransigencia democrática”. ¿Y dónde la honestidad valiente de los revolucionarios de pacotilla y reformadores de la pulcra medianía republicana?
Sin escrúpulos. La política que se hace ahora en el periodo de transición con alternancia sólo conjuga un verbo: ¿Transar, engañar, simular, falsificar, burlar, traicionar?
Aunque… No es necesario, mucho menos prudente, dramatizar en exceso. La política es así. Tarea de humanos, no de ángeles. Cualquier reproche en términos de honor, respetabilidad y virtud tendrá que ser tachado de ingenuidad y moralismo. En última instancia –siempre hay última instancia–, el hecho mismo de que se ventilen públicamente las irregularidades y contrahechuras intestinas de los partidos habla muy bien de las previsiones del mercado y del funcionamiento de las instituciones.
Punta del iceberg… Raya en el agua…No se crea, por supuesto, que los escándalos de corrupción política pueden medirse con la misma vara o meterse en el mismo costal de mañas. René Juárez Cisneros, ex gobernador priísta, vendió en dos partes la deuda pública y nadie dijo nada, todo quedó en una brutal impunidad; además le dejó de herencia varios funcionarios priístas al actual gobierno zeferinista, como si nada hubiera pasado. ¿Cuál nueva clase política en Guerrero?
No obstante, acercando el objetivo a los entretelones de la ética política y la responsabilidad de los partidos como entidades de “interés público”, la violación de la confianza ciudadana no admite más que una y la misma condena. Salvo que se considere relativa y elástica la moral pública o se opte por gradación escalafonaria de la simulación y la estafa. Sin escrúpulos. El fin justifica los medios. A la democracia por la vía de la ilegalidad ¿y la corrupción? ¿De qué otra manera podría derrotarse a la gran maquinaria corrupta, ilegal e ilegítima del Revolucionario Institucional? Con similares o parecidas armas, operaciones y maniobras.
jueves, 24 de mayo de 2007
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1 comentario:
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