martes, 8 de mayo de 2007

EDUCACION, ZONA DE DESASTRE EN GUERRERO

Sólo un tema, que concita el más amplio y sólido consenso no únicamente local, sino nacional, en el México y el Guerrero que cuentan: la situación catastrófica que vive el sistema educativo nacional y local. Con los nombres de los responsables: Elba Esther Gordillo y José Luis González de la Vega, respectivamente.

La enseñanza pública como auténtica zona de desastre y la evidente mediocridad de la educación privada, circuito marginal donde se forjan las élites, como nuevo territorio de la desilusión.

Sea como fuere, la sociedad que cuenta está pendiente de qué pasa con la educación en todos sus niveles, ya sea en actos protocolarios o con sus firmas al calce. Los medios y sus fines. Las comparaciones económicas y sus bien representados intereses. Los filántropos del capital variable y la deducción impositiva. Los guías espirituales de la educación, las fábricas de desempleados, de ornato y de fracasos inconfesables.

No hay vuelta de hoja: el Compromiso Social por la Calidad de la Educación y la Enciclomedia, no sólo admiten, sino que exigen una doble lectura; por un lado, lo propiamente educativo; por el otro, lo estrictamente político. Los dos, auténticos fracasos del gobierno foxista, y el calderonista no parece ser diferente al inmediatamente anterior.

En el fondo y la forma, ambas vertientes se entremezclan hasta formar el más rico y extravagante cóctel de la temporada: el campanazo que necesita “el presidente del empleo”, Felipe Calderón Hinojosa y por el otro lado, el gobierno de “Guerrero Será Mejor”, que coordina Zeferino Torreblanca Galindo. Un abigarrado mosaico de derecha y supuesta izquierda sólo en el discurso, que no es más que la “izquierda derechizada en Guerrero”.

Los dos gobiernos, el federal y el local, tan ayunos de éxitos y “realizaciones”, casi nada que informar en forma itinerante; el tejido de alianzas, públicas y subrepticias, supuestas figuras de la “oposición” abiertas o proclives al “cogobierno”, la tensión o la sorpresa en la cúpula y cuadros medios que llegan a confundirse si son gobierno o son oposición, aunque en la realidad, son alfombras en discursos, en preguntas y respuestas a modo.

Natural o lamentablemente, en tal entrecruzamiento de cálculos y racionalidades de política de baja calidad, se juega el porvenir de la iniciativa cabal y puramente educativa; un Compromiso Social por la Calidad de la Educación que, en sustancia, perfila y aceita la nueva relación entre la Secretaría de Educación Pública y el Sindicado Magisterial en la perspectiva de una reforma educativa importante (imposible saber qué tan a fondo) de la enseñanza básica que imparte el Estado: preescolar, primaria, secundaria y normal).

¿ La “revolución educativa” prometida por el candidato y comprometida por el presidente electo ? Mucho menos que eso, pero bastante más de lo que anunciaba la pasividad y parsimonia de la Secretaria Josefina Vázquez Mota.

¿La gran reforma del sistema educativo nacional ?, ¿O la gran reforma de la educación en Guerrero ahora con la Reforma del Estado ? De ningún modo y manera. Nada más alejado de las luces conceptuales y las potencias político-administrativas del titular del ramo, José Luis González de la Vega Otero, quien fue hueveado, por el controvertido Alvaro Leyva Reyes, en el momento en que leía su segundo informe este viernes 27 de abril, en el Congreso del Estado de Guerrero. Nada más ajeno a la disposición colectiva, institucional, corporativa, del magisterio de carne y hueso. Se trata, simple y llanamente, de la reforma casi imposible: el producto, nada despreciable, de la cruenta negociación entre la realidad y el deseo.

El documento que presentó el secretario de Educación Guerrero, parte de un diagnóstico que, sin llegar a la visión catastrófica (que en este caso sería simple realismo), da cuenta de un desastre que se niega a decir su nombre: nuestro sistema educativo presenta, en diferentes medidas, fallas de articulación; rigidez en los programas de estudio; insuficiente diversificación de las instituciones; repetición y deserción; falta de aprovechamiento; problemas de cobertura; así como desigualdades entre las 7 regiones de nuestra entidad guerrerense y los diversos sectores sociales.

Más allá de eufemismos y del obligado reconocimiento a la obra educativo-pedagógica de la entidad guerrerense a lo largo de casi un siglo, se registran los enormes rezagos y se plantea la definición ineludible: el Sistema Educativo en Guerrero se caracteriza por su “baja calidad”, misma que se expresa en “enfoques” concentrados en la enseñanza” (sin responder a “las necesidades de aprendizaje del alumno”); desiguales niveles de “pertinencia y relevancia” en contenidos y programas; “perfiles inapropiados” de los educadores para cumplir su función, “débil motivación de la comunidad educativa hacia la innovación”; administración y planeación escolar vertical y burocratizada; infraestructura insuficiente; “aviadores”, corrupción, venta de plazas, impunidad, escasez de recursos (públicos y privados) destinados a la educación y carencia de “instrumentos de evaluación integral”.

En pocas y clarísimas palabras: insuficiencia presupuestal, falta de infraestructura, contenidos educativos caducos y parametrales, y programas inadecuados, profesores mal pagados y peor preparados, resistencia al cambio, gestión educativa anquilosada y nula o sesgada rendición de cuentas.

En Guerrero no existe un plan estratégico, de gran política, que articule criterios presupuestales, político-legislativos, económico-financieros y socio-productivos para garantizar y hacer viable una reforma educativa como auténtica reforma de la cultura: apoyo al libro y promoción de la lectura (sin esto no hay futuro); subversión del ambiente refractario al conocimiento y la creatividad en los medios de comunicación, el mundo del trabajo, las organizaciones sociales y los partidos políticos, la vida comunitaria y el ámbito familiar; estímulo y reconocimiento a la innovación en todas las áreas del conocimiento, al talento individual y colectivo, a las vocaciones intelectuales y artísticas, a la investigación científica y la creatividad tecnológica.

Finalmente, sigue faltando una política de Estado en materia educativa, una visión integral e integradora que prepare a la entidad guerrerense para enfrentar los retos del presente y sus rezagos, los desafíos del futuro y sus exigencias.

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