martes, 17 de abril de 2007

SEGUNDO ANIVERSARIO, SIN CAMBIO

Mi solidaridad fraternal con la familia y amistades del periodista Amarado Ramírez Dillanes [epd]

El balance al terminar el segundo año del gobierno “Guerrero Será Mejor”, que encabeza Zeferino Torreblanca Galindo desde el uno de abril de 2005, comenzó a formularse hace un buen tiempo y por los más diversos actores políticos, grupos sociales, analistas, agentes productivos y factores reales de poder. Arroja un déficit en prácticamente todos los rubros. La lista es larga y exigirá un prolongado ejercicio de memoria, pero basta con registrar las líneas maestras al iniciarse este tercer año de su gestión en el que se percibe un malestar generalizado, con excepción de quienes si se han visto beneficiados, la plutocracia zeferinista.

Desencanto ciudadano y neutralización deliberada de la Reforma del Estado que desencadenó la alternancia; la reciente contratación de Carlos Alazraki, para tratar de construir un gobierno “por encuestas”, sondeos de popularidad y despliegue intensivo de campañas propagandísticas no modificará en nada la percepción de los guerrerenses sobre el gobierno de la oligarquía zeferinista: pérdida de iniciativa, carencia de rumbo y proyecto, descontrol e incoherencia en la cabina de mando, ineptitud delirante del gabinete y falta de liderazgo.

Transición interrumpida por la ausencia de iniciativas serias e integrales destinadas a la consolidación institucional del régimen democrático: ni reforma de los poderes públicos ni de los órganos autónomos, ni construcción de un auténtico Estado de Derecho ni su versión más suave, deslavada e ineludible desde una perspectiva puramente instrumental: la reforma electoral en la que se presume reducirá costos e irracionalidad.

Hay perversidad en el juego político mediante la creación al interior del PRD de la corriente zeferinista “Izquierda Renovadora” (IR) para dividir al partido y luego imponer a sus más cercanos colaboradores en las próximas candidaturas a presidentes municipales y diputados locales en el 2008, y finalmente, adueñarse del sol azteca. Es el escenario que ha estado construyendo el gobernador.

Incompetencia gubernamental para construir mayorías razonadas [no automáticas como hasta ahora ha estado sucediendo en el Congreso del Estado de Guerrero] e impulsar iniciativas en materia de política social; miseria política, técnica e intelectual del Ejecutivo local y el presunto partido gobernante [PRD] para ofrecer alternativas en los mismos rubros y construir un debate de altura de cara a los guerrerenses.

Estancamiento económico, grave crisis en el campo, crecimiento exponencial del sector informal y rezago acumulado en la creación de empleos; persistencia de vicios, inseguridad pública, anomalías administrativas y criterios burocráticos, que desalientan la inversión productiva y/o conducen al fracaso de micro, pequeñas y medianas empresas.

Improvisación y extravío en la política interna; desmantelamiento de la Secretaría General de Gobierno a cargo de Armando Chavarría Barrera, al crearse la coordinación de Enlace Político Institucional, que encabeza Julio Ortega Meza, el mismo que ha estado organizando la fundación de los Frentes Cívicos en los 81 municipios, aunque sin éxito; y ahora operador político de la nueva corriente zeferinista al interior del PRD; por si esto fuera poco, el gobernador creó una supersecretaría a cargo del panista Humberto Sarmiento Luebbert, para terminar con la desarticulación de la Secretaría General de Gobierno.

¿ Suficiente para acreditar la inteligencia política de la derecha democrática representada por Zeferino Torreblanca Galindo en Guerrero, la competencia administrativa de un gobierno de gerentes para empresarios, la responsabilidad de un partido que aspira a prolongar la curva de lento aprendizaje, que ha sido nuevamente engañado como es el caso del PRD ?

En todo caso, no es ahí donde reside el núcleo del problema. Porque el examen global de una gestión de gobierno no puede conformarse, reducirse, a enaltecer o sobrevalorar los resultados marginales en un puñado de secretarías o programas [que tampoco escapan, por supuesto, al debate y el cuestionamiento racional]. Sobre todo, cuando es ostensible, el mero contraste da cuenta de la miseria original ratificada a lo largo de estos dos primeros años del gobierno zeferinista: un gobierno sin programas, gobierno sin proyecto, gabinete sin columna vertebral ni cerebro ordenador.

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