El destino del intento de reforma fiscal a nivel federal y la reforma del Estado a nivel local, son sólo dos ejemplos de la arrogancia personal e ineptitud colectiva. De conducción errada e imprevisión. Dos muestras inocultables de la flojedad e impotencia que empiezan a caracterizar al grupo político-empresarial que asumió los riesgos de la elección fraudulenta del 2 de julio de 2006 de Felipe Calderón, y de la elección democrática del 6 de febrero de 2005 de Zeferino Torreblanca Galindo, pero aún sin resultados positivos en el estilo de gobernar, como decía el historiador y politólogo, don Daniel Cosío Villegas.
El bajo perfil del gabinete zeferinista es un reflejo de la miseria cultural que define al sistema político guerrerense; de su incapacidad para formar personal calificado (político, intelectual, técnico, administrativo) que responda a las necesidades de un régimen democrático. Pero también, y muy particularmente, una derrota del PRD que no ha forjado liderazgos de dimensión local ni articulado propuestas viables, rigurosas y de largo aliento para un gobierno eficaz en condiciones democráticas. Esto explica en parte, el por qué las dos corrientes del PRD que manejan recursos públicos, Izquierda Renovadora (IR) y Polo Guerrerense de Izquierda, han estado reciclando a priístas que pretenden regresar al poder político.
En los dos años y casi cuatro meses del primer gobierno no priísta en Guerrero, hemos visto de todo: inconsistencia política, impericia personal, mediocridad y chabacanería sin rubor; diferencias personales entre miembros del gabinete zeferinista; asfixia a periódicos y revistas mal llamadas independientes, arrebatos fundamentalistas y desplantes autoritarios; discrepancias políticas y/o administrativas en materias clave.
Areas fundamentales del gobierno zeferinista no salen del pasmo y el virtual anonimato (educación, desarrollo social, desarrollo rural, crecimiento económico, etcétera), mientras zonas neurálgicas siguen padeciendo la falta de una estrategia integral que marque directrices (seguridad pública, procuración de justicia, combate a la pobreza) y unifique criterios para una mejor conducción de un gobierno honesto, eficaz y eficiente.
La confrontación entre el gobernador, con su corriente Izquierda Renovadora (IR), y el secretario de Gobierno mediante su grupo Polo Guerrerense de Izquierda (PGI) no se puede ocultar, cada quien pretende llevar a ex servidores públicos priístas con un pasado dudoso. Mientras tanto, el senador Luis Walton Aburto, de Convergencia, continúa fortaleciéndose, las encuestas más serias lo ubican en primer lugar para la presidencia municipal de Acapulco como paso indispensable para sus aspiraciones a gobernador de Guerrero.
Los operadores políticos del gobernador y del secretario de Gobierno buscan llevar agua a su molino, inclinar la balanza a su favor, influir en la toma de decisiones más allá de sus respectivas esferas. Preparan el camino de los desplazamientos y despliegan sus redes en la prensa, las fracturas e intersticios de la vida partidista, multipartidista, neopartidista. Mueven piezas en el corto plazo calculando jugadas a futuro, largo futuro, dilatando con cifras sexenal, incluso confrontándose con el arzobispo de Acapulco Felipe Aguirre Franco como lo ha hecho Armando Chavarría Barrera, porque el religioso tiene razón, se deben respetar los tiempos, la etapa del próximo proceso electoral local aún no ha comenzado.
La confrontación Torreblanca Galindo-Chavarría Barrera no es la única ni se reduce al choque de personalidades. Es una batalla de grupos, alineación y triangulaciones que atraviesa diversas zonas del Ejecutivo local y se ha expresado en distintos momentos.
La decisión que debe tomar el gobernador frente a la propuesta de Andrés Manuel López Obrador en el sentido de cero negociación en relación con la reforma hacendaria de Felipe Calderón, no es tan fácil como le aconseja en una de sus cartas su publicista Carlos Alazraki –léase “Carta dirigida a Zeferino Torreblanca (gobernador de Guerrero)”, La Crónica de Hoy, 10/07/07–, una carta, como ésta, según se afirma, tiene un precio mensual de 400 mil pesos, que paga el pueblo de Guerrero, a un seguidor de Dick Morris, ex coordinador de la campaña Manos limpias-guerra sucia de Felipe Calderón contra AMLO en la pasada campaña presidencial, a quien se le impuso aquella trillada frase a través de la mayoría de los medios de comunicación masiva: “es un peligro para México”.
Por cierto, en esa carta, se observan varias mentiras de Alazraki; Torreblanca Galindo no gobierna para todos los guerrerenses, sino para bien de su grupo, para la oligarquía local; tampoco promueve el diálogo entre todos los actores de la política, hay privilegios; ni el PRD es su partido, porque todavía está en duda su militancia, sí pretende hacerlo de su propiedad a través de su corriente Izquierda Renovadora.
Más allá del “factor humano” y las aspiraciones prematuras, se ha hecho evidente la ausencia de un plan rector: una visión de Estado que organice y defina las prioridades del Ejecutivo local; un auténtico programa político, económico y social que aglutine a las fuerzas políticas y sociales del nuevo bloque gobernante y, en consecuencia, facilite la interlocución con las oposiciones democráticas.
Mientras ello no ocurra, las diferentes ramas del gobierno local seguirán manejándose al arbitrio de secretarios y súper Gerentes, impulsando la perversa triangulación de lealtades, aspiraciones políticas, compromisos de grupo o facción, intereses no siempre legítimos o compatibles con la responsabilidad del gobierno.
viernes, 13 de julio de 2007
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