domingo, 12 de septiembre de 2010

ALFREDO GUTIÉRREZ GÓMEZ Y LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI

La Universidad del siglo XXI debe estar al servicio de la solidaridad
humana, de la vida toda y del mundo en que vivimos. La Universidad
que no podría ser solo del éxito profesional de sus miembros, sino
que tendría que ocuparse a la vez de la armonía y justeza entre las
sociedades, naciones y países, y también del equilibrio de la tierra
que todos poblamos y de las especies que nos acompañan, como
fenómeno único en el universo hasta ahora.

Así soñaba una Universidad como lo expresó en una de sus últimas
entrevistas que concedió en Hermosillo, Sonora, el Maestro Alfredo
Gutiérrez Gómez (epd), a quien tuvimos de profesor en Sociología,
mi amigo Héctor Murillo Cruz y el autor de estas líneas, en la
Universidad Iberoamericana-Ciudad de México.

Una universidad del siglo XXI, abierta al cosmos y al interior
de los seres humanos, una universidad en donde se expresarían
múltiples días de conocimiento, una institucionalidad flexible, con
itinerancia local y planetaria, no anclada en un solo lugar, donde
el conocimiento se ocupe del conocimiento mismo, y en donde la
ciencia se ocupe de la ciencia con conciencia como subraya el
filósofo y sociólogo Edgar Morin.

Una universidad con un campo de práctica, con el ejercicio
relacionado con nuestra capacidad de colocar vínculos y puentes
entre las distintas facetas de la realidad humana, para descubrir
sus panoramas, para ver sus horizontes y para salvarnos de la vieja
obsesión que tenemos de ver todo por partes desde la perspectiva
sólo analítica.

Después del análisis nos esperan nuevas realidades y estás
estarían en el fondo del pensador francés Edgar Morin, en un nuevo
proyecto de universidad.

La reforma de la educación tiene que ver con el ejercicio, con
la fijación compleja, o de la interdisciplinaridad, que quiere decir
simplemente poner en contacto a las disciplinas hasta ahora
cerradas y autosuficientes, abrirlas para que se ventilen sus
lenguajes, sus hipótesis, sus problemas, sus preguntas y que
fecunden distintos campos de conocimiento.

La interdisciplina, indudablemente, nos entregará otra visión de
las cosas, y del ser humano, puesto que no se queda en la etapa
de la fragmentación, de la división, de la distinción para saber de
qué estamos hechos y de qué están hechas las cosas; sino que
busca integrar los conocimientos en series conceptúales, en ciclos
conceptuales, conceptos que nos lleven unos a otros para dar cuenta
de cómo es que la realidad funciona en verdad formando estos
tejidos, estas redes sociales, estos conjuntos; la visión de conjunto
sería la visión de una universidad interdisciplinar, abierta a los temas
del universo y del ser humano como temas de la vida, como temas
de la sociología, como tema de la antropología, todos formando
cadenas para explicar la unidad que somos, como también la unidad
que existe fuera de nuestro contexto, de todas las cosas que nos
rodean que es nuestro contexto mismo.

La visión del sujeto y la visión del contexto forman un ángulo de
entrada profundo que este proyecto de universidad a través de la
interdisciplinaridad nos gustaría encontrar.

Veo a la universidad como un espacio natural tanto del cambio
permanente como de la conservación de la existencia, que debe
propiciar el ejercicio de esa capacidad relacionadora, debe fijarse en
los intersticios, en lo que media entre las especies, entre los seres;
esa especie de pegamento que hace unos con otros, hace que
coexistamos, que funciones con otros, de tal manera que permita
el descubrimiento del mundo que permanecía oculto, detrás de la
obsesión del análisis científico.

La ciencia nos ha llevado a enormes logros de los cuales no
estamos dispuestos a prescindir, pero nos ha orillado también al
mismo tiempo a la ignorancia del conjunto por fijarse excesivamente
en las partes y nos ha arriesgado a la pérdida de la vida, de la salud
del planeta y de nuestra especie, por ponernos al borde de riesgos
que sólo podríamos descubrir avanzando más ampliamente en el
territorio y no quedándonos con la vista en el surco.

Esta perspectiva indudablemente que permitiría una comunicación
más intensa y que nosotros pudiéramos comprender esa
comunicación más intensa entre las partículas, las células, el cerebro
humano, las sociedades, hasta el sistema solar, como sistema de
sistemas que adentran, de sociedad de la sociedad, como el título
del último libro del sociólogo Niklas Luhmann, como sistema de
sistemas que adentran formas de conciencias distintas y niveles de
inteligencias también diversos.

Todo esto, para decir que la reforma educativa alude a la propuesta
moriniana de poner en ciclos los conocimientos entre las diversas
disciplinas, la ciencia de la tierra por un lado, la ciencia de la vida,
por el otro los saberes acerca de lo humano, entendiendo a lo
humano al individuo como a la sociedad, como la especie, todo esto
captado en constelaciones que alcanzan nuevas dimensiones que
son ciclos de conceptos enlazados, que nos dan una idea de que
las cosas así son y así se hicieron en la realidad, funcionan unas
con otras, como nosotros con nuestros semejantes y todos somos
ciudadanos con armonías que nos es muy difícil captar con sólo la
perspectiva del análisis y de la visión.

También sería necesario para este movimiento en el nuevo saber,
espacios para ese nuevo saber, un espacio-tiempo adecuado,
una arquitectura de los edificios donde se cultiva y se transmite el
conocimiento.

En donde la informática, la computación, todos los medios
audiovisuales y los contactos interpersonales puedan entrar en una
actividad mucha más intensa en un intercambio mucho más fluido
que nos adiestre en la visión de los conjuntos.

Así pues, que no veamos separados los fenómenos de la vida, de
los fenómenos o de los elementos físicos-químicos de la materia, de
la energía, todo eso separado de quien busca las respuestas a sus
preguntas y a través de su lenguaje interroga a la realidad física y a
la realidad viva del planeta que somos los seres humanos, y que no
tenemos explicación sin la vida de las otras especies y sin el planeta
tierra con todos sus recursos.

Vamos, no tenemos explicación sin la fuente solar de la energía
que a nosotros llega a través de las especies vegetales. Esta parte
de espacios y arquitecturas conseguidas para la comunicación de
los conjuntos y para la visión de los panoramas y de los horizontes,
tienen que ver con la parte física de los procesos educativos.

A nosotros nos estorban pues, aulas, paredes, pasillos y cubículos,
nos estorban los policías de las disciplinas que se apropian de un
objeto de investigación como si fuera de exclusivo dominio, y nos
estorban todas las limitaciones económicas y políticas que impiden
que las sociedades se hagan de los conocimientos en el volumen
en el que se producen para lograr lo que para el sociólogo y filósofo
Edgar Morin sería la democracia comunicativa de los pueblos.

Edgar Morin es un sociólogo sólo rebasado por si mismo y lanzado
más allá de los cortes y de las chaturas de la súper especialización
que tanto daña a la vida de los seres humanos y de nuestra casa
vital de nuestra tierra.

Como un sujeto interdisciplinar por biografía y por vocación, por su
historia, por necesidad y por la necedad auto regeneradora, con su
inquietud enorme, con su gran sensibilidad, es un resignificador del
conocimiento, un relator de nuestra humanidad más estremecedora,
a la vez una humanidad racional y demencial que permite reconocer
que somos capaces que somos capaces de lo mejor y de lo peor.

Un hombre que no ha querido escapar de sus propias huellas, de
su propia vida y percibe como el águila los detalles sin perderse el
horizonte de las cosas.

Un Maestro con la sencillez y el calor afectivo, muy solidario,
luchador contra la crueldad del mundo. Un burlador de fronteras y
aduanas disciplinarias, irreverente, alegre, imaginativo, provocador,
inteligente, pero dotado además de una inteligencia adicional,
la de corazón y la piedad, de la comprensión y el perdón.

Morin es como un hermano entrañable.

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